La pareja eligió la playa de La Salvaje (Sopelana) como escenario para su sesión fotográfica nupcial.
Siempre me han dicho que las oportunidades surgen moviéndote, haciendo amigos, contactos. Que no puedes resignarte a esperar a que venga tu primer cliente por arte de magia. No soy una persona que se rija por el interés y tampoco tengo una ambición desmedida, pero debo de admitir que en ese punto tenían razón. Las fotografías que hice de mi primera boda surgieron así, por una vieja amistad. Julen, el hermano de una amiga de confianza se iba a casar y admiraba lo suficiente mi trabajo como para darme la oportunidad de hacerle yo mismo las fotos.
He de admitir, que no me podía imaginar nada mejor para un primer trabajo. El tiempo que hizo fue increíble, el escenario que seleccionamos era de ensueño y los novios, unas personas amabilísimas que me permitieron dejar fluir mi imaginación y dar lo mejor de mí mismo. El verde del prado y el color de la piedra erosionada de los acantilados de Sopelana contrastaba a la perfección con el blanco del vestido de la novia y la complicidad jovial e intrépida entre el futuro matrimonio iba a juego con el nombre de la playa que se encontraba a nuestros pies, La Salvaje.
Además, fue una sesión cargada de sorpresas. Trajeron consigo el perrito que hasta entonces conformaba su familia, un bulldog francés vestido con una pajarita a juego del traje del novio que se comportó ejemplarmente. Quizás, el perro ya intuía lo que nosotros no sabíamos hasta casi alcanzar el final de la sesión fotográfica. Se debía comportar bien, empezar a actuar como un perro guardián formidable, porque pronto serían uno más en la familia. Alcancé a captar el momento mágico que fue la revelación del embarazo y así logré encapsular un recuerdo que les permitiría recordar una y otra vez el momento más feliz de sus vidas.
Ahora que lo pienso, y a pesar de cada sesión es una experiencia única en sí misma, esta en concreto la guardo en un rincón muy especial de mi corazón. Es un privilegio que mi trabajo me permite recordar que existen amores tan puros y sólidos como los que alcanzo a capturar con mi cámara.